En Orlando se jactó que tras sus presiones México hizo más por detener a los migrantes en diez días que los Demócratas en diez años.
«¡Estamos en territorio MAGA!», exclamó este martes Donald Trump ante 20 mil de sus seguidores más fieles en Florida. El presidente escogió la ciudad de Orlando como base de lanzamiento para su campaña por la reconquista de la presidencia en 2020. La escena era impresionante. El lujoso Amway Center, hogar de los Orlando Magic de la NBA, estaba a reventar de gente. Las calles bohemias del centro de la ciudad plagadas de hombres y mujeres blancos con gorras rojas y la frase que catapultó a Trump a la Casa Blanca hace casi tres años: Make America Great Again. Todos los bares de la zona transmitieron en vivo el mensaje del mandatario como si se tratara del Superbowl o el último juego de la Serie Mundial. Es innegable: Donald Trump sabe montar y sacar provecho de un buen espectáculo.
Pero la premisa del presidente es falsa. Orlando, al igual que la mayoría de las ciudades del país, no es territorio MAGA. Los centros urbanos tienden a ser liberales, y es ahí donde reside el problema. En dos años y medio de trabajo -dos de ellos controlando por completo el Congreso- Trump ha sido incapaz de incrementar su base de votantes y de encontrar un nuevo mensaje. El evento del martes lo dejó muy claro. Su apuesta es la misma que en 2016: usar el mensaje antimigrante y nacionalista para asegurar los votos más radicales. Habrá que ver si cuatro años después el resultado es el mismo.
Esta noche sus seguidores y las cámaras de todo el país brincaron en el tiempo a la época dorada de la campaña presidencial de 2016. El presidente no hizo más que repetir -acaso hacer un remix- de sus grandes éxitos del pasado. Build the Wall. Lock her up. Drain the swamp. Los mantras trumpianos siguen vigentes porque el presidente no ha podido cumplir sus promesas. Ni construyó el muro, ni encarcelo a Hillary, ni drenó el «pantano» del establishment en Washington. Más que gritos de guerra deberían de convertirse en reclamos legítimos de la palabra incumplida.
De nuevo celebró el triunfo que nadie podía creer en la elección pasada. «Pregúntenles a ellos», sugirió señalando al pool de prensa que asistió a transmitir su mensaje. La respuesta del público, como es tradición, fue un violento abucheo contra los medios. «Esas son muchas fake news allá atrás», respondió Trump avivando el fuego de sus seguidores.
El presidente presumió su triunfo sobre el pantano de Washington, «derribamos las puertas de los cuartos oscuros donde se hacían acuerdos», pero lo cierto es que basta echar un vistazo a su gabinete y a los nombramientos en la judicatura para descubrir que los grupos de poder siguen igual de poderosos que siempre. Ese fue otro de los triunfos que destacó el mandatario: el número récord de jueces y ministros que ha nombrado. Es verdad, y la influencia de estos funcionarios durará décadas y servirá para mantener vigente el sistema de valores conservador en EU.
Antes de que apareciera el acto estelar de la noche, salió al podio el vicepresidente Mike Pence quien, con todo y su falta de carisma, ofreció un resumen de 15 minutos de lo que sería el mensaje de Trump. El punto más fuerte para la administración es que, en lo general, la economía marcha bien. Los índices de desempleo están en su punto más bajo en años.
Uno de los pocos cambios se dio en el tema migratorio. Trump presumió que, gracias a sus esfuerzos, el «Gobierno de México ha hecho más para detener a los migrantes en diez días que los demócratas en diez años».
El martes los compromisos de campaña eran casi idénticos a los que presentó aquella noche en la Convención Nacional Republicana en 2016. Encima de todo, probablemente Trump ya perdió el beneficio de la duda que le dio buena parte de la clase media educada hace dos años, a quienes quizá ya terminó de hartar con sus guerras comerciales y desprecio por las instituciones.
Pero Trump ha demostrado una y otra vez que es un sobreviviente. Muchos lo daban por perdido cuando se publicó la conversación misógina con un conductor de espectáculos. Ni hablar cuando echó al director del FBI James Comey, o cuando su propio Departamento de Justicia asignó al tiburón Robert Mueller para investigar sus presuntos crímenes. Una y otra vez Trump se vuelve a levantar. Sería un error grave darlo por perdido, con todo y que las encuestas más recientes ponen a cinco de sus rivales demócratas por encima de las preferencias rumbo a 2020.
Fuente: lapoliticaonline.com